paris

Empiezo con una emoción; una profunda pena. Elevo allí donde quiera que llegue mi absoluto apoyo a la libertad de expresión. Y sigo con una afirmación, existen multitud de periodistas franceses y de todo el mundo con un talento que brilla por sí solo, una valentía que traspasa obstáculos, amenazas, presiones, fanáticos de toda índole y cualquiera de sus atrocidades y barbaries…  y una pasión que pisa fuerte al servicio de un derecho fundamental que tenemos todos los ciudadanos, el derecho a la información.

Otro capítulo del horror comenzó cuando unos hombres entraron esta mañana del miércoles en el semanario satírico francés Charlie Hebdo armados con Kalashnikov y han asesinado a 12 personas, dejando malheridas a otras cuatro. El semanario había sido objeto de amenazas y ataques, después publicar en 2006 caricaturas de Mahoma. De hecho, fue atacado con cócteles molotov en 2011, tras una portada en la que el profeta aparecía como redactor jefe de un número bautizado como Sharia Hebdo.

Si estos asesinatos pretendían que las caricaturas dejaran de circular, han fracasado: a los pocos minutos estos dibujos inundaban Twitter y aparecían galerías en muchos medios de comunicación. En redes, muchos recogían además una propuesta: que las portadas de los diarios del día siguiente al atentado llevaran las caricaturas de Charlie Hebdo.

Salvando las distancias, es un ejemplo (trágico) del efecto Streisand: cuando alguien intenta censurar algo en internet, se divulga aún más. Este efecto debe su nombre a la denuncia de la actriz y cantante para impedir que se retirara de una web una foto aérea de su casa. La denuncia sólo consiguió que la imagen se difundiera hasta el punto de que aparece hasta en la Wikipedia.  El efecto contraproducente de la censura se potencia con internet, pero no es exclusivo de la red, como podemos ver en estos trece ejemplos que muestran que más tarde o más temprano, la libertad de expresión tiene todas las de ganar.

Stalin quiso corregir la historia borrando de algunas fotografías a amigos y colaboradores caídos en desgracia, como Leon Trotsky y Nikolai Yezhov, jefe de la policía secreta soviética. Hoy en día, estas fotografías manipuladas han tenido tanta difusión que son un ejemplo de lo ridículo del totalitarismo y de lo paranoico que llegó a ser Stalin.

La revista satírica El Jueves publicó en 2007 una portada en la que para reírse del cheque bebé mostraba una caricatura de los actuales reyes Felipe VI y Letizia en la cama. El juez Juan del Olmo secuestró la publicación, con lo que consiguió que la portada se difundiera por todo internet, convirtiéndola en una de las imágenes icónicas del semanario. En 2014, la publicación pasó por una experiencia parecida, aunque en este caso la censura vino por parte de los editores.

La quema de libros en Alemania que tuvo lugar en Berlín el 10 de mayo de 1933 fue una acción del partido nazi que tenía como objetivo condenar esos títulos y a sus autores al ostracismo por antialemanes. Ardieron unos 25.000 libros de 94 escritores, entre ellos Walter Benjamin, Bertolt Brecht, Alfred Döblin, Albert Einstein, Sigmund Freud, Heinrich Heine, Franz Kafka, Erich Maria Remarque y Stefan Zweig, además de Ernest Hemingway, Jack London y Máximo Gorki. Como se puede ver, los nazis no tuvieron mucho éxito.

Para ser sincera aunque hoy entonamos que no vamos a renunciar a ninguno de nuestros derechos fundamentales, los fanáticos, sean del origen que sea, nunca entendieron que jamás renunciamos a ellos, el mismo Voltaire estaba convencido de que  «El fanatismo es un monstruo que osa decirse hijo de la religión».

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